La obesidad es el resultado de la interacción entre factores genéticos, conductuales y ambientales y que puede ser común entre individuos genéticamente relacionados.
¿Sabías que en Ecuador, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC), en 2019, la incidencia entre sobrepeso y obesidad en niños de 5 a 11 años fue del 35,4%?
Estas cifras demuestran que la obesidad no siempre es un exceso de comida, sino que puede estar en los genes. En cuanto a la obesidad en los adultos de entre 19 y 59 años, se registró un aumento del 0,7% en lo que se refiere a sobrepeso y 1,18% en obesidad.
La obesidad es un problema mundial, y aunque varios países la han asociado a malos hábitos alimenticios, la realidad es que existen factores genéticos que, lamentablemente, no se pueden cambiar. Por ejemplo, existen estudios que han determinado que tener parientes obesos puede aumentar el riesgo de desarrollar obesidad y casi siempre a esos genes las personas le agregan una dieta inadecuada, sedentarismo y malos hábitos alimenticios, dando como resultado una obesidad mórbida.
En un trabajo académico de la Universidad de Barcelona, ‘Genética en el tratamiento de la obesidad: nutrigenética y nutrigenómica en la era de la medicina personalizada y preventiva’ se explica que la obesidad y el sobrepeso son dos problemas sanitarios importantes del siglo XXI. Estas dolencias se desarrollan desde diversas aristas, entre ellas, la predisposición genética. La Organización Mundial de la Salud además la define como “acumulaciones anormales y excesivas de grasa, que pueden ser perjudiciales para la salud”.
Pero sea genética o exceso de comida, es importante saber que la obesidad es la sexta causa de muerte en el mundo.
En ese documento, se afirma que los fenotipos asociados a la obesidad, “tienen una heredabilidad significativa”. Es decir, que sí existe una asociación familiar para la adiposidad y un riesgo entre 3 y 7 veces entre hermanos.
¿Por qué la obesidad puede ser genética? Según amplios estudios del genoma, hay 578 genes humanos que intervienen en el control de los hábitos alimenticios y en la regulación del peso corporal, estos genes podrían haber sido seleccionados naturalmente con la evolución al permitir, en tiempos de hambruna, la supervivencia de quienes poseen genes “ahorradores”.
Hay otros genes, que han sido estudiados, que trabajan con el sistema hipotalámico, en el cerebro, y que tienen que ver con la regulación del apetito y que además puede predisponer a enfermedades como la diabetes o síndrome metabólico.
Lo cierto es que, si se padece de obesidad a temprana edad hay mayores complicaciones. El exceso de peso en los pequeños desencadena enfermedades crónico degenerativas, discapacidad y muerte prematura. También padecen dolencias respiratorias, hipertensión, riesgo de fracturas, enfermedades cardiovasculares, resistencia a la insulina, entre otros. Por ello, también es importante que una mujer en periodo de gestación cuide sus hábitos alimenticios, pues es la etapa perfecta para prevenir que el recién nacido sufra obesidad desde sus primeros años de vida.
La obesidad se puede prevenir con una correcta alimentación, al evitar el sedentarismo, al no consumir en exceso azúcares ni carbohidratos, también se recomienda la no exposición a sustancias químicas obesógenas, entre otros.